17 agosto 2011

IV


Silencio...
ni tu voz, ni tu risa, ni todas tus palabras,
ni siquiera el eco de los últimos suspiros
que llenaban este hueco...
tanta soledad acumulada en un segundo
es una catedral abandonada.
Solo tengo la huella de tus manos
asida a las paredes de mi alma,
nada parece saltar de entre las sombras
y nada ni nadie me sorprende,
estoy quedándome quieta en tu memoria,
hurgando trístemente en los recuerdos...

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